No me gusta lo que veo. 500 muertes al día es una cifra preocupante por mucho que la tendencia sea a la baja. No creo que el argumento de "a los demás les ha pillado desprevenidos también" sirva, el clásico "mal de muchos consuelo de tontos". España es el país con más muertos por millón de habitantes. Estamos en peor situación que Italia y Estados Unidos. En momentos así uno debe preguntarse qué ha pasado para que lleguemos a estos extremos. El argumento de los recortes en sanidad se queda insuficiente también cuando tenemos ejemplos como Portugal o Corea del Sur, cuyos sistemas sanitarios están por debajo de España en el ranking mundial y cuya gestión de esta crisis ha sido ejemplar dentro de las características tan particulares de esta.
Se hace mucho eco desde las altas esferas de que esta crisis sanitaria "no distingue de colores políticos", y es cierto. La responsabilidad individual de cada ciudadano no debe ser menor por ninguna afinidad política que se precie. Por otro lado, la confusión inicial de la ciudadanía es entendible. Las autoridades, a pesar de las advertencias persistentes de la OMS, alentaban a las masas a salir a la calle un día para mandarles a sus casas al día siguiente. Minimizaron la gravedad del asunto y favorecieron el empeoramiento de las circunstancias. Esto no deja lugar a dudas. Existen vídeos que prueban esta terrible negligencia en el mensaje a los ciudadanos. En poco menos de 24 horas la situación había dado un giro de 180 grados.
En muy pocas semanas nuestra realidad cambió por completo. Se ha definido esto como una guerra contra un virus. Pero las bombas no llegaron de la noche a la mañana. Había indicios en otros países de lo que podía reproducirse aquí si no se tomaban medidas. Había personas que llevaban tiempo informándose de la situación que fueron tachadas de alarmistas y exageradas. Personas que no acarreaban sobre sus espaldas la responsabilidad de velar por la seguridad ciudadana y que no manejaban todos los datos que las autoridades sí manejaban, pero que sintieron la obligación moral de avisar de lo que estaba por venir.
No voy a extenderme mucho en esto, pero que el presidente de una nación sea capaz de decir "a toro pasado todos son Manolete" cuando somos el país con más muertos por millón de habitantes sencillamente me descorazona. O "Todos los gobiernos quieren acertar y actúan de buena fe, también el gobierno de España". Las buenas intenciones no son suficientes. Ojalá lo fueran. Ojalá España hubiera tenido un sistema de sanidad más fuerte para afrontar esta terrible crisis, seguramente se habrían evitado muertes, pero los datos mundiales nos dicen que ningún sistema sanitario estaba preparado para esta pandemia y que, precisamente por eso, era esencial tomar medidas de prevención cuanto antes, por encima de cualquier agenda política e ideológica. La cuestión era ganarle tiempo al virus hasta que llegara la vacuna, para evitar el mayor número de decesos posible. Pero estas decisiones, por los motivos que fueran, no se tomaron a tiempo. Gracias a las medidas que se han tomado más tarde de lo que se debería, estoy segura de que se han evitado muchas muertes, pero eso no atenúa las que estamos teniendo a día de hoy por falta de previsión. Hablamos de familias destrozadas, no de simples números.
Pasado el shock inicial hay muchas posturas diferentes en las redes. En general intento mantenerme al margen de las batallas de Twitter y otras redes sociales. Mi opinión respecto a la política suelo reservarla para mis círculos privados, con algunas excepciones. Pero hoy no puedo callarme. Porque estamos viviendo una tragedia sin precedentes. Porque, como ciudadana responsable me quedo en casa y cumplo todas las normas para evitar contagios, pero considero que no debo perder el espíritu crítico. No puede caer en el olvido lo que está sucediendo ahora, porque sería incurrir en la frivolidad más absoluta. Porque aquí el coste no son las ideas particulares de cada uno y la imagen que esas ideas le granjean a sí mismo de cara a la galería, el coste son vidas.
No me hubiera querido imaginar esta crisis en ningún escenario posible, pero desde luego no me la hubiera querido imaginar sin Internet, cuya parte negativa es que los bulos se transmiten como la pólvora, pero cuya parte positiva es que se pueden encontrar medios totalmente independientes cuya labor de investigación y difusión está siendo encomiable. Bravo por ellos. Espero que puedan seguir ejerciendo esta tarea como lo llevan haciendo hasta ahora.
Sé que es difícil evitar el sesgo cognitivo. Los sesgos son instrumentos que nos permiten sobrevivir emocionalmente a una realidad que nos abruma. Nos ayudan a establecer los hechos en ciertas categorías para actuar de la manera más eficaz y rápida. Pero nadie debería acomodarse en ellos, aunque sean un espacio seguro, porque son un arma de doble filo en cuanto que pueden desconectarnos de la realidad inmediata.
España debe estar unida y hay pruebas de ello. Las muestras de solidaridad son innumerables, los trabajadores de los servicios esenciales están dejándose la piel. Los sanitarios merecen mucho más que un aplauso diario, que es de momento lo que la mayoría podemos ofrecer, una señal de apoyo que se traduce en "Muchas gracias, confiamos en vosotros".
Con algunas excepciones, somos un ejemplo vivo de "Fuenteovejuna todos a una" y tengo la certeza de que seguirá siendo así en los meses venideros. Pero así como no debemos confiar en fuentes poco fiables y relatos sensacionalistas, tampoco podemos vendarnos los ojos para no analizar los hechos. Que no ganen la batalla de las palabras. Que no conviertan “unidad” en “impunidad”. No podemos permitir que más adelante los encargados de velar por nuestra seguridad se parapeten en el lema de la obra de Lope de Vega para eludir responsabilidades. No podemos olvidar.
Fuerza, España.
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